Prólogo La Grieta Vol.II: La maldad nos vigila

5 Julio 2020 | Sin Comentarios

por Alejandra Pinto López. Crítica de cine.

Hay un sentimiento que se extiende en nuestras calles con una velocidad que hacía mucho tiempo no veíamos. Cada vez, de manera más recurrente, el requerimiento – ¿la necesidad? – de tomar a la justicia por nuestras propias manos va haciendo eco de formas que no quisiéramos ver. Sin embargo, ahí están: en las noticias, en las redes sociales, en los grupos de WhatsApp. Una manera de entender al otro como el enemigo, que se ha ido polarizando y provocando el auge de grupos que sienten que no solo tienen el derecho, sino que además el deber de defendernos a todos. La pregunta siempre es la misma: defendernos de qué? ¿Cuál es el real peligro que se cierne sobre nosotros? Y si ese peligro nace de nosotros mismos, ¿cómo podremos aquietarlo?

Quiero pensar en que Christian Luco, autor de La Grieta, sigue haciéndose preguntas como estas, al igual que las que se hacía en 2018, cuando decidió entregarnos la primera parte de su obra. Mientras tanto, en nuestro país ha pasado agua, balas y corrupciones varias bajo el puente, y por lo mismo, los cuestionamientos del autor siguen emergiendo con más fuerza.

Atrás quedaron los días en que perdimos a Samuel Garrao en ese confuso incidente –tal como le gusta decir a la prensa– en un hostal perdido en Ciudad de La Montaña. Hoy, es la detective Karina Stern la que nos llevará por el camino de descubrimiento de esos hechos y del cómo ellos siguen repercutiendo en el presente de los protagonistas. Stern no solo debe enfrentarse al horror que paulatinamente irá surgiendo frente a ella sino que, además, a los horrores cotidianos, al abuso de poder y, en definitiva, a la maldad que nos vigila permanentemente.

Quienes tuvimos la primera entrega de La Grieta en nuestras manos, vimos en Christian Luco a un autor con las cosas claras desde su origen. El tono noir de su historia no evadía la forma descarnada de hablarnos del mal que en esos tiempos ya venía asomando entre los habitantes de Ciudad de La Montaña.
Lo que tenemos hoy en La Grieta Vol.II es una mirada que se consolida con una voz propia y obsesiones muy marcadas que, al igual que en su anterior entrega, es capaz de generar un universo creíble que traspasa sus condiciones al lector.

La Montaña nos parece un lugar reconocible porque, en estricto rigor, nuestro día a día se desenvuelve en lugares similares aunque no seamos conscientes de ello. Los puentes bajo la lluvia, las paredes sucias en lugares inhóspitos están ahí, forman parte del paisaje, pero no siempre los vemos. Así mismo, la maldad, la pura y verdadera maldad que nos acecha, también está presente y emerge cuando menos la esperamos.

La expresividad del autor no se plantea solo en sus viñetas, de gran intensidad y estilo claramente reconocible, sino también en una línea discursiva y ética que parece operar desde una profunda observación de nuestro entorno. Luco no está descubriendo la piedra filosofal; por el contrario, nos está hablando de los terrores más comunes. La pérdida de la fe, la maleabilidad de la justicia, la falta de valor de la vida humana, fantasmas que nos acechan y de los que de momento no parece que podamos escapar. Sin embargo, esta consciencia no se presenta a simple vista. El autor se hace responsable de esa forma de entender el mundo y por lo mismo la plasma en su obra.

Es precisamente esa responsabilidad de parte del autor lo que hace que su obra sea intensa e intrigante. Christian Luco lo sabe, pero es muy probable que gran parte de eso sea algo que aún está gestándose de manera intuitiva. Si la labor de las artes es descorrer el velo y mostrarnos lo que no podemos/queremos ver, entonces todo indica que Luco va por el camino correcto.

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